Viejo, mi querido viejo… Papá es el primer hombre de nuestras vidas. Es el primer amor que tenemos con el sexo opuesto. A través de nuestra relación con él aprendemos a conocer los límites, la imagen del hombre que luego buscaremos en la vida, el significado del amor en las relaciones de pareja.
Nuestro padre es nuestro maestro para sentirnos protegidas, amadas, y es el que prospecta ese príncipe azul. Papi es nuestro súper héroe, el que nos ayudó en las tareas escolares, se sintió orgulloso cuando participamos en un acto y hasta lloró conmovido atravesando la creencia de que los hombres no lloran. Papá es el señor que nos entregará en el altar, el día de nuestra boda, el que ya bailó el vals en nuestros 15 años y el mejor abuelo que podrán tener nuestros hijos. ¿Suena lindo no?
Pero, ¿qué hay de cuando papá no estuvo? ¿Y de que siempre parecía ausente, indiferente, adicto, o frío? ¿Y del hecho de que nunca nos dijo “te quiero” o jugó con nosotros? ¿Qué imagen de papá proyectamos en los hombres nuestras vidas? ¿Qué padre les damos a los hijos? ¿Qué relaciones amorosas generamos?
La relación que tuvimos con nuestros padres influye en nuestro modo de ver a todos los demás hombres así como las relaciones que tenemos con ellos, independientemente del tipo de relación que sean. Porque lo inconcluso, lo viciado, lo insatisfecho de nuestra historia es como un piso flojo por donde se acumula agua, mientras no lo pisamos no pasa nada, pero al pisarlo, salpica. Así nos sucede con lo no resuelto en la infancia, irremediablemente se refleja en nuestras vidas adultas, y tanto más cuando se trata de cuestiones tan próximas como la familia y nuestro padre mismo.
El 21 de junio se celebra el día del padre, y para muchas mujeres es una fecha que hace aflorar los recuerdos de lo que recibieron y recibieron de sus padres en la niñez. Por eso en este artículo, quisiera ofrecerles el mejor regalo para cualquier padre del mundo, y sobre todo aquellos hombres que no han sabido ejercer la paternidad como lo dicta el arquetipo de la sociedad.
El más grande obsequio que como hijos tenemos para ofrecer, es el perdón. Y no se trata de estar de acuerdo con lo que papá hizo, sino con aceptar y tomar conciencia que todos en todo momento hacemos lo mejor que podemos con el entendimiento que tenemos. Que vivimos la vida desde nuestro pequeño universo, juzgando desde nuestras limitadas creencias, y haciendo lo que nuestro limitado mapa mental nos permite. Comprender esto nos libera de la sensación de culpa y castigo, y permite que nos reconciliemos con aquellas cosas que no sucedieron; y en la comunión de la aceptación, podemos amar.
Lo mejor que tenemos para dar es el perdón. Perdona. Si papá no fue lo suficiente, perdona. Toma en cuenta que hizo lo mejor que pudo. Tal vez tú puedes dar más a tus hijos de lo que él estuvo dispuesto, pero eso ya pasó, vivir en el resentimiento sólo te esclaviza.
Perdonar es un acto de aprender a ser maduros emocionalmente, es hacer nuestra la conciencia de que hubiéramos querido otras experiencias pero tuvimos estas y aun así podemos seguir para adelante, crecer y vivir en plenitud.
© Autor: Chuchi González.