No hay nada que alegre más el alma del ser humano, que saber reconocer sus propios errores, enmendar el camino andado, y sobre todo, tener esa enorme capacidad de amarse tanto como para entregar esa misma calidad de amor a su prójimo.
Dios nos bendice a cada instante, nos llena de su inmenso amor, nos abraza en los momentos en los que el dolor nos abate, nos abre las puertas que necesitamos para nuestro bien, nos aleja de las cosas negativas, no nos da más de lo que podamos resistir, no escatima en cuanto a las alegrías que nos da, y las bendiciones no nos faltan, pues las recibimos a granel día a día… así es el diario vivir con nuestro Padre Bueno.
Pero dime, ¿cuántas veces has alzado la mirada hacia Dios para darle gracias por todo aquello que te da?
Nos olvidamos de dar gracias a Dios:
A veces somos un poco ingratos, y otras veces simplemente tomamos de aquello que la vida nos da, sin pensar en nada más, ni de dónde viene, ni de porqué lo tenemos. Vemos lo que tenemos y nos sentimos afortunados, pero creemos que nos merecemos tener todo cuanto tenemos… aunque tal vez no sea realmente así.
¡Hay que ser agradecidos!
En la vida hay subidas y bajadas, y cuando estamos en esas subidas la sonrisa nos abruma: no pensamos en nada ni en nadie, solamente gozamos con estar ahí arriba, orgullosos y felices. Pero las cosas cambian cuando vamos de bajada, cuando cuesta abajo se nos viene los ideales, se nos rompen los sueños y vemos que nuestras metas se vuelven imposibles de alcanzar. ¡Ahí si que clamamos!, ¡ahí sí decimos “¡SEÑOR… ayúdame!”
Sólo nos acordamos de ser agradecidos con Dios cuando no nos queda otra opción.
Creo que es tiempo de enmendar nuestros errores, de reiniciar el camino y encauzarnos hacia lo bueno: Es tiempo de amarnos de manera plena y que llegue el momento de sentirnos orgullosos de ser quienes somos, para luego poder dar ese amor de manera plena y total. Así nuestro caminar será bello, tranquilo y sabremos que todo lo que hacemos se nos dará al doble, bajo la bendición de quien nos fortalece y guía en nuestro diario vivir.
¡Gracias Dios!
Demos hoy las gracias a Dios que aún nos da la oportunidad de reparar nuestros errores. No nos juzga, ni deja de amarnos: cambiemos nuestro corazón y confiemos más en Él que en nosotros mismos.
Que Dios siempre sea lo primero, después todo lo demás. Así verás que tu vida, la mía y la de todos cambiarán.
© Autor: Shoshan