A través del tiempo y la distancia, con los años a cuestas y el rostro ajado por los años, las madres van dejando pinceladas de amor en cada paso…
Las madres, con su amor y dedicación, van dejando constelaciones de sonrisas y abrazos. Inundaron el mundo de ternura y de paz. Y como suave brisa, tu propia madre te abrazó cuando el dolor en ti se hizo presente, cuando sin pensarlo dio parte de su vida por verte crecer. Tomó tu mano para encauzarte en tus primeros pasos, amor incondicional que todo lo da, que vence al destino y abriga en suave luz tu llanto callado, mujer sabia, mujer hermosa que matizó la luna con sus rayos, sus sienes de plata.
¡Dulce mujer convertida en madre!
Oda suave que recita el poeta para compensar la carga y los días arduos de vida que fenecen al llegar el ocaso… ¡Implacable y suave!, ¡ternura y fortaleza!, así eres mujer-madre-amiga que cargas en tus hombros la pesada carga de educar retoños, de afianzar cadenas para no fenecer en el intento de ser. Eres el superhéroe cuando somos niños, la amiga en los años de la adolescencia y la madre protectora ante las desventuras cuando el amor nos va llegando.
¡Ah! Pero el amor convertido en palabras cuando somos ya adultos, madre que no se vence ante las tempestades, que afianza las uniones entre los que ella ama, y siempre tiene la palabra precisa para prevenir las tormentas y abrazar las distancias, porque tu corazón abarca el más grande sentimiento, y tiene la capacidad de albergar un sinfín de amor, de ternura y de ilusión. ¡Qué sentimiento llena el corazón al mirarla con sus ojitos cansados y el alma apagada, con la ilusión perdida y la sensación de abandono!
Madres hay muchas:
Madres cansadas de batallar contra la vida, madres calladas, madres que inician el proceso de serlo, madres que aún se permiten ir de la mano con sus hijos… ¡Y madres para las que Dios ya tiene en un rinconcito bello ahí en el cielo!, que ya se marcharon dejando en la tierra la desolación de un hijo que en cada anochecer le extraña y daría todo cuanto tuviese por darle un abrazo y llenarle de besos… Madres que dejaron el corazón parchado y la sonrisa apagada, estrellas que en el universo la luz que destilan alumbran la tierra, que en cada titilar le envían al hijo ese amor sublime, ese amor hermoso, y que Nuestro Padre bueno en su infinita bondad en ángeles hermosos los ha convertido para que nos cuiden desde el infinito cielo, madres sublimes, amorosas y bellas que llevan nuestra carga a cuestas.
El Día de la Madre es un día especial para ellas, pues aunque el amor se entrega cada día de nuestra vida, en el calendario se marcó este día para reafirmarle lo maravillo que es tenerla. Nunca dejes a tu madre en el desván del olvido, no permitas que el caos de tu vida te aleje de ella. Las madres no son objetos viejos, no son contratiempos ni cargas… son quienes nos dieron un día la vida y nos abrazaron en cada caída. Ellas nos llenaron de besos, nos curaron cada herida y nos enseñaron a andar con cautela y fuertes en el caminar de la vida. No la dejes sola en la ventana contemplando la calle, esperando verte llegar… no la dejes sola en este día, para ella especial.
Si aún tienes a tu madre, no desperdicies cada instante de su vida,
© Autor: Edith Cervera.
Cartas Día de la Madre Postales Día de la Madre Imágenes Día de la Madre Artículos Día de la Madre