A veces las cosas están tan mal que sentimos que Dios nos ha abandonado o desamparado. Todo nos sale mal, los proyectos, la gente, amigos y familia… ¿a quién acudir? Por muy mal que estén las cosas, el Señor está con nosotros.
Cuando siento que mis fuerzas se agotan y que el suelo se derrumba bajo mí, me basta mirar hacia arriba para encontrarle a él, a Dios, que con sus manos me sostiene dándome fuerzas para seguir adelante. Sé que mi Padre Celestial está ahí, por eso alzo la mirada para preguntarle: “¿Señor, por qué todo lo malo me pasa a mí?”
Todo va tan mal que cuesta mantener la fe:
Le hago esta y mil preguntas más, pues siento que todo me va mal. Sufro el dolor de un amor no correspondido, o el amor de alguien que no me pertenece, o el desinterés de mi propia familia, los problemas económicos para llegar a fin de mes, o la incomprensión de quienes pensé que más debían estar ahí para mí. Le pregunto al cielo por qué, pero no recibo respuesta alguna.
¿Dónde estás, Dios mío?
Hay muchas cosas que no logro comprender, no logro obtener una explicación que me de paz; no hay nada que me consuele, ni nada que tenga sentido para mí. Ahí es cuando suelo pecar de soberbia, creyendo que yo puedo solucionar las cosas, cuando realmente no es así.
A pesar de todo, el Señor está a mi lado:
Siento el silencio y la injusticia de la vida sobre mí. Me basta cerrar los ojos para saber que está aquí. Por maltratada que me pueda sentir en esta vida, ahí mismo está Aquel a quien yo nunca debería dejar de lado; pues si tuviese más confianza en Él, no habría nada que me pudiera hacer sentir apartada de su amor y bondad. Pero soy humana, y el dolor que siento es algo que me ciega, no dejándome ver la mano de aquel que me cuida noche y día, sólo pudiendo ver lo malo que me rodea. Dejo de orar, de rezar y de pasar tiempo hablando con mi padre celestial. Y pese a todo, él no me ve con maldad, ni con enojo, y mucho menos con ira. Por mucho que yo le ignore o me acerque a él con reclamos, él siempre está ahí mismo, pacientemente esperando que acuda a él.
Es hora de abrir mi corazón a Dios en oración:
Señor, no quiero ignorarte:
Perdón Señor, por olvidarme miles de veces de ti, por resistirme tanto a dejarte entrar en mi vida para que arregles mi mundo. Últimamente todo me sobrepasa, no sé cómo actuar, cómo salir adelante, o cómo ayudar a los demás del modo en que me gustaría hacerlo. Lo confieso Señor, soy ligera para juzgar y lenta para perdonar.
Ayúdame Señor:
Mas mi Señor, toma mis manos y llévame por tus senderos infinitos y hazme una persona noble y leal, que mi corazón se llene de bondad, que mis ojos vean lo mejor de cada uno de los que me rodean. Aparta de mi vida la amargura, y ayúdame aceptar aquellas personas que no me quieren a pesar de haberles dado muestras de mi sinceridad, que estoy cansada de mendigar ser aceptada o apreciada.
Que los problemas no me consuman:
Debo pensar en mí, pero sobre todo, en cuerpo y alma depositar mi fe en ti. Tú eres, Padre Amado, conocedor de todas mis malas aventuras en esta vida que me ha tocado vivir. Eres mi Dios, mi refugio, el que en silencio me consuela durante mis noches más oscuras y en mis peores momentos. Nunca dejaré de pensar que soy tu hija; sé que siempre, pase lo que pase, tú permanecerás a mi lado.
Protégeme de todo mal:
Ayúdame a ser fuerte y a apartarme de las personas que me hacen mal. Protégeme, y aleja de mi vida aquello que daña mi espíritu, mente y corazón. Y gracias Señor, porque yo sé que en el fondo, por muy desamparada que me sienta, tú estás ahí junto a mí, protegiéndome de males mayores que desconozco porque ya los quitaste de en medio.
En ti confiaré, de ti me fiaré, por muy tormentosa que sea la noche, tu luz sabrá guiarme y tu infinito amor serán pétalos de amor que rozan mi corazón. Ya no habrá dolor, sólo resignación por aquello que yo no puedo cambiar. En ti me apoyaré, cuando nadie quiera estar a mi lado tú lo estarás; y cuando me siento perdida y despreciada, sé que tú curarás mis heridas. Confiaré en ti, me dejaré llevar por los caminos que me tienes preparados, y sólo esperaré en ti, sabiendo que por muy mal que estén las cosas, tú nunca me abandonas.
Ayúdame Señor mi Dios, confío en ti.
Amén.
© Shoshan
© Autor: Shoshan
Jehová dios es un dios amoroso, comprensivo y sobretodo nos perdona más de lo que nosotros pensamos. Es tan bueno que dio su hijo para librarnos del pecado de los primeros habitantes del planeta. Aunque siempre no este con nosotros siempre tiene un ángel que nos cuida todo el tiempo.
Eso si que hay que seguir sus reglas, las cuales no son tan difíciles de seguir. Ahí es que estriba su bienaventuranza, porque él no deja que suframos más allá de lo que nosotros podamos soportar. El siempre esta presto para escucharnos y a su debido tiempo nos contestara a su forma de ser.
Siempre piense en aquella persona que iba caminando por la playa y dijo:»porque me haz abandonado señor» porque él vio solamente dos huellas y él le dijo «no es que te haya abandonado sino que te llevaba en mis brazos para que o tropezaras».
Por eso siempre he dicho porque des consolarme, si siempre Jehová dios me esta vigilando mis pasos y aunque él no es omnipresente; él siempre tiene sus ángeles cuidándonos. Nunca perdamos la fe, porque por medio de esta ocurrirán las cosas que nosotros esperamos.
Gracias otra vez por dejarme un poco de café en su humilde casita. Aunque no este muy presente y Amanecer me regañe siempre (jajajajajaj) las llevo en mi corazón a todas. Gracias a nuestra amiga ShoShan por un bonito escrito.
Señor mi Dios que tanto amo y me ama por favor, por favor no te olvides de tus hijos que mas te necesitamos sobre todos los que estamos pasando por momentos difíciles aquí en mi país México. Danos mucha fortaleza para superar este miedo que no dejo el terremoto.