A veces tenemos la sensación de que la vida nos trata muy injustamente, pero suele ocurrir que lo que nos pasa es consecuencia de nuestras decisiones y acciones. Si otra vez caíste en lo mismo, deja de pedir disculpas y madura: tienes que cambiar tu forma de actuar.
“¡Qué injusto, otra vez me pasa lo mismo!”
Es duro aceptar que gran parte de lo que nos ocurre se debe a nuestras propias malas decisiones del pasado. Que la situación en la que nos encontramos se debe en gran parte, a que hemos procedido mal y no pensamos bien en lo que hicimos o dijimos. Es más cómodo echarle la culpa al destino o a la vida que nos ha tocado. Pero por lo general, todo lo que estamos pasando se debe a nuestros propios actos, no los de nadie más.
“La vida me trata mal”
Frecuentemente, tras haber procedido mal, nos quejamos por las consecuencias que sufrimos; sin embargo, lo cierto es que tendemos a acabar cometiendo el mismo error una y otra vez. Tanto así, que, difícilmente encontramos personas que no conozcan el desagradable sentimiento de haber fallado y pensando una y otra vez en cómo serían las cosas si se hubiese actuado de modo diferente.
“¿Y si hubiese hecho otra cosa?”
Son muchas las cosas que podríamos cambiar, o eso pensamos, porque siendo realistas hay cosas que no podemos cambiar porque somos nosotras quienes deben cambiar. Deberíamos aprender a tener o a tomar control de cuanto hacemos o nos sucede. Respondemos mal, y luego nos arrepentimos; nos dejamos llevar por emociones del momento, y después reconocemos que fue un error…
Los errores se pagan:
Como humanos tropezamos una y otra vez, y muchas veces esos tropiezos son resultado de descuidos, de no cuidar nuestro corazón y nuestros principios, pero… ¿acaso hay ser humano que no cometa errores y le falle a los demás, o incluso a sí mismo? Lamentablemente hay errores que no se arreglan sólo con pedir perdón, especialmente si ya hemos recaído muchas veces en lo mismo.
Si de verdad te arrepientes, no lo hagas más:
Una de las mejores formas de rectificar es evitar, huir, alejarnos de lo que pueda ser una tentación o motivo para cometer un error volviendo a herir a alguien. Siempre tenemos la oportunidad de rectificar, no importa con qué fuerza caigamos y fallemos a los demás (o a nosotras mismas), lo importante es que más allá de reprocharnos los errores cometidos, seamos capaces de mirar hacia adelante, con cautela y decisión, para que de ese momento en adelante nunca más caigamos en los mismos errores del pasado. No podemos cambiar los errores del pasado, pero sí podemos prevenir los errores del mañana.
© Autor: Dulce Amanecer.
