Es bien sabido que en cada criatura viviente hay un caudal de conocimientos para compartir con los demás, pero no todas las personas están preparadas ni dispuestas a ello.
Eso hace que el egoísmo en el ser humano sea más grande cada día y que nuestro mundo, se haya convertido en un planeta de baratillo y en bancarrota de todos los valores, lleno de caprichos, resentimientos, celos, envidias, codicias, dobleces, falsedades, mentiras, etc.
La calumnia
Dentro del ámbito de la según llamada “sociedad” muchas personas se rigen por la moral, la ética, la exigencia del buen decir y ser. Pero es precisamente ahí donde muchas veces encontramos a las personas más injustas, y que más juzgan a los demás.
Aclaro bien se dice, “de todo hay en la viña del Señor”, pero qué triste es cuando descubres que detrás de muchas personas que creías conocer, y en las que encuentras amor, comprensión, y ternura, en el fondo albergaban todo un mar de conflictos y calumnias capaces de destruir un hogar, una mujer, una esperanza… y sobre al ser humano que confió y se dió sin medida ni tiempo, entregando todo lo que tenía por dar.
Del amor a la calumnia
Hoy les traigo una historia muy conmovedora de una mujer que ha sufrido mucho:
Se casó muy joven, tuvo dos hijos maravillosos, pero por cosas de la vida tuvo que quedarse sola con ellos y se le cerraron las puertas de su hogar y familia.
Era una mujer muy trabajadora, que por más que trabajase no le alcanzaba para nada. Tuvo que ir a una casa de esas donde los hombres pagan para conocer damas, pero como recepcionista y señora de la limpieza. Trabajó diligentemente, de forma honrada y honesta, pues sus hijos eran su razón de vivir.