No existe manera alguna de describir la magnitud del dolor que se siente tras la muerte de un ser querido y más aún cuando éste es tu hijo.
Se inicia así un período de mucha tristeza y que vive varias etapas que terminan por sanar el alma, pero no borrar la pena.
La muerte de un hijo debe ser una de las experiencias más devastadoras que una madre puede vivir y existen muy pocas posibilidades que logre salir adelante con mucha facilidad. Pareciera que entre madre e hijo jamás se cortara el cordón umbilical y la conexión fuera permanente, entonces al irse uno, se siente como si se desmembrara una parte de sí.