Siempre manifestamos cierta contrariedad cuando nos llaman perdedoras, tanto que llegamos al punto de tomar dicha palabra como un insulto o una ofensa y es natural pues a nadie le gusta sentirse derrotada o fracasada.
Pero entre las múltiples paradojas de la vida, encontramos que perder no necesariamente tiene acepciones derrotistas y que a veces nos puede resultar altamente constructivo y enriquecedor para nuestras vidas.