Es una realidad que ninguna vamos a discutir: el hecho de que entre nosotras las mujeres, a menudo, lo que menos demostramos tener es solidaridad.
Lo tomamos como normal, que las mujeres compitamos entre nosotras. A dondequiera que vayamos (en casa, en la escuela, en el parque con las demás mamás y por supuesto en el trabajo), las mujeres nos atacamos sin clemencia: hablando a las espaldas, criticando, juzgando duramente y humillándonos las unas a las otras.