Romper con la persona que amamos o hemos amado no es fácil, es doloroso, incómodo, y nos destroza el corazón.
¿Cómo hacer para terminar bien una relación? ¿Cómo evitar que duela más de lo estrictamente necesario?
Romper con la persona que amamos o hemos amado no es fácil, es doloroso, incómodo, y nos destroza el corazón.
¿Cómo hacer para terminar bien una relación? ¿Cómo evitar que duela más de lo estrictamente necesario?
Nos acostumbramos a la rutina de la vida, hacemos las cosas sin pensarlo, dejándonos llevar por las cosas del día a día… Nuestras vidas no tienen sentido, nos esforzamos en progresar, pero a fin de cuentas sólo queremos que el día acabe. ¿Qué sentido tiene esto?
Debemos retomar nuestras vidas, debemos aprender a disfrutar de la vida. Sólo vivimos una vez, decidamos vivir con alegría.
El día en que las parejas lucen felices y enamoradas. El día del amor, el día de los enamorados…
¡Y lo detesto!
Tengo el corazón roto porque mientras otros felizmente ríen enamorados, yo sigo sola, sin amor, sin cariño, sin nadie que me diga las palabras que desearía escuchar.
14 de febrero… y yo sin mi Valentín. ¡Qué triste!
Incluso después de la separación, seguimos pensando en ellos, visitando sus muros en el facebook, intentando saber algo de ellos, preguntándonos cómo sería si las cosas hubiesen sido diferente…
¡Pues ya basta! Esa actitud debe cambiar, ¡ya no más!
Seductores. Guapos. De discursos poéticos. Hablan del futuro con certeza y sin temor. Tienen tratos caballerosos; gentiles. Cuidadosos de sus intereses, trabajan horas extras. Y hacen promesas de telenovela.
Pero cuando menos lo esperas: ¡Desaparecen!
Hay hombres que se comportan como gansos…
En la vida hay que aprender a llorar, a encasillar nuestras penas, secar nuestras lágrimas y a sanar las heridas del abandono.
Hay heridas que el tiempo no logra sanar por si solas, sólo duermen y tan pronto nos descuidamos afloran nuevamente haciéndonos recordar lo frágiles que somos en este mundo que estamos. Pero debemos aprender a no desesperarnos, que a pesar de que a veces pase el tiempo y los sentimientos que tenemos durmiendo en nuestro corazón vuelvan una y otra vez, sí podremos salir del abandono que sentimos.
Puede ocurrir un milagro, pero los milagros no ocurren solos, hace falta un detonante, y eso puedes serlo tú.
Aunque en ocasiones olvides que eres una mujer valiosa, tú puedes cambiar tu vida a mejor, darle un nuevo brillo y restaurar lo que se ha roto.
Vemos al “señor amor” cruzando la esquina, trayendo consigo el día de san Valentín, una época del año que no podemos ignorar, el ambiente se matiza con el color rojo, el color del amor.
El día de San Valentín no es sólo para que los enamorados profesen su amor, sino también es un día en que los amigos se encuentran, saludan y recuerdan la importancia de la maravillosa amistad.
La sabiduría popular, dentro de su gran abanico de posibilidades, asegura que “quien juega con fuego, se quema”, sin embargo, muchas veces nos creemos pirómanas, expertas en tragar y hacer malabares con fuego sin que su calor nos llegue a rozar ni tan siquiera por un milímetro.
No en vano se pronunciaron estas palabras y hay muchas formas de quemarse, no sólo el cuerpo sino también el alma y el corazón.
Si nos pusiéramos a analizar despacio la forma en que se desarrolla nuestra vida, podríamos encontrar muchas razones para llorar sin control
La vida diariamente nos coloca frente a situaciones que para nosotras o tienen arreglo: sueños rotos, amores frustrados, distancias, amores imposibles y la soledad por no encontrar amor. ¿Por qué lloramos?
Todo el tiempo seducimos o somos seducidas por personas o cosas.
Piensa en el cantante que te gusta, la ropa que llevas, tus fragancias favoritas; todas esas elecciones las has tomado en rigor de tus intereses, de tus gustos personales, tus experiencias y del mapa mental que has desarrollado a lo largo de tu vida. Has sido seducida. Pero, ¿qué necesitamos poder seducir?
En muchas ocasiones de la vida nos ponemos una doble cara para no demostrar lo que realmente sentimos, el dolor que anida en nuestro corazón y apenas nos deja respirar.
Nuestro rostro es como el espejo para los demás, por lo que siempre estamos intentando guardar las apariencias.
Tenemos que hablar con una sonrisa cuando en nuestro interior lo único que realmente deseamos es estar llorando en nuestra casa…
Vivimos acostumbradas a una “comodidad” moral que nos permite hacer lo que queramos y cuando se nos antoje, sin sentir remordimientos ni penas; es como si hubiésemos comprado un ticket de “no culpas” que nos exime de asumir la responsabilidad de nuestros actos sin que nos veamos muy afectadas en el asunto.
Cuando se tiene auto-respeto todo es diferente y mejor:
Disfrutas más de la vida, los demás te respetan más, puedes tomar más y mejores decisiones, tener más apoyo, imponer límites, dejar de ser victima de las circunstancias, sentirte más libre, e incluso más amada.
¿Verdad que vendría bien tener un poco más de auto-respeto? ¡Hace maravillas!