A estas alturas nuestras hijas e hijos ya se han establecido en su nueva rutina escolar. Los frenéticos días de preparación (compra de libros, material, ropa, etc.) pasaron y comienza, al fin, la repetitiva rutina que marcará el ritmo de los siguientes nueve meses.
¿Pero cómo será esta rutina? ¿De qué manera viviremos estos largos meses? ¿Será un curso cargado de actividades extraescolares, tareas y quehaceres? ¿Habrá acaso un hueco para la quietud y el descanso?
No es nada grato enterarse de que un hijo ha estado participando en acoso escolar, haciendo bullying, metiéndose con otro niño y haciéndole la vida miserable. Queremos creer que nuestros hijos son perfectos, o al menos buenos, que no harían cosas malas como estar pinchándole y atacando constantemente y haciendo bullying a otro niño. Por eso, para prevenirlo, tienes que ser consciente de que tú también tienes un papel importante en su comportamiento, y que puedes hacer mucho por evitarlo.
No logro imaginarme a nuestras abuelas, cuando eran madres de familia, quejándose por no poder salir de juerga los fines de semana. No creo que lo deseasen, ni siquiera. Sin embargo, conozco a muchas madres que se quejan de que tener hijos no les permite “HACER NADA”…
Lo que realmente pretenden decir es que, desearían no tener que hacer nada y sin embargo ahora tienen mucho que hacer, constantemente. “Si es que esto es un asco… los niños no me dejan hacer nada…”
Tener hijos adolescentes está lleno de desafíos. Ellos están en un momento en el que se sienten grandes y que lo saben todo, y tú sientes que aún son pequeños y que no saben nada. Son épocas de conflictos, de cambios, de inseguridades, de tener que conocerse de una manera nueva… pero también puede ser una época preciosa llena de alegría y amor, sobre todo si los hijos y la madre son capaces de tratarse con respeto y cariño.
Si además de tener hijos adolescentes, te echas novio… ¿Qué ocurrirá?
Como madres, deseamos lo mejor para nuestros hijos e hijas. Pero a veces, sin darnos cuenta de ello, estamos limitando su futuro, su formación, su autoestima y seguridad en sí mismos.
Tenemos que tener cuidado con lo que les decimos pues las palabras, aunque pudieran parecer inocentes, pueden tener efecto devastador en nuestros hijos.
Cuando los hijos se van y se niegan a volver al hogar, cuando se niegan a recibir el consejo materno, cuando su vida y conducta se nos salen de las manos… nos sentimos incapaces de hacerles entender y volver por el buen camino.
Pero una madre siempre puede influir positivamente en la vida de sus hijos, y cuanto antes empiecen, más y mejor.
Para educar a nuestros hijos, podemos intentar imponer nuestra autoridad, pero lo que mejor funciona es respetarles y enseñarles a respetar. Ambas pueden coexistir, pero el respeto nunca ha de faltar.
Si enseñamos a nuestros hijos el valor del respeto mutuo, habremos avanzado enormemente hacia el éxito en nuestra paternidad.
A los hijos les afecta el estrés de los padres, también lo viven a su modo, incluso cuando ese estrés es por darles una mejor vida.
Intentemos ser conscientes de como influimos en ellos, de qué piensan y porqué actúan como lo hacen. Dediquémosles tiempo, son nuestros hijos, lo merecen.
