Cuando ya no tengo dudas de mí misma, cuando paso por la vida segura de quien soy y lo que hago, cuando mis pasos me llevan al lugar que quiero, cuando ya no lloro por cosas pequeñas, cuando mi vida empieza tener sentido, cuando ya no dudo de lo que soy capaz… entonces sé que he madurado.
¡Un banquete de mujer!
En este mundo tradicionalista en que nos ha tocado vivir, encontramos que nunca como hasta ahora, había sido tan difícil ser mujer y cumplir todos los roles que nos han sido asignados por la naturaleza humana, sin tener que estresarnos tanto. Encontramos que todo a nuestro alrededor está mal, y que no sabemos qué va a pasar al día siguiente: “Ya no alcanzan para nada los dineros”, “La vida parece ir más de prisa”, “No tenemos tiempo para nosotras mismas”, “Cada día hay más quehaceres y más exigencias, mayores retos y más reclamos” “La publicidad bombardea nuestros hogares a través de la radio, la prensa y la televisión”, “Los gobiernos nos tienen hasta la coronilla con sus impuestos” y “Las cosas cuestan cada día más” etc.